lunes, 30 de mayo de 2011

Encuentro Inesperado, de Aristarco aZUL


“ENCUENTRO INESPERADO”


Con su rostro tendido viendo al piso,
recibiendo luz de luna en la coronilla
de su cabeza, teñida  por los rayos
de luna que le perdieron  el color
castizo, cambiándolos por hilos
plateados perdiéndose  en el inmensidad  
y profundo e inexplicable  del universo,
¡Parece que en silencio llora  su alma! 
hecha nudo  por los dolores
del tiempo, atados a los recuerdos,
 y en su garganta se ahogan los gritos
 que lo atacan a cada momento,
 ¡está sudando!, y se  confunden sus lágrimas
que bailan  lentamente  en la pista
de  sus tristes rubíes cansados,
¡Van dejando huellas en sus mejillas!,
perdiéndose en los pliegues, que la estancia,
 le viene haciendo desde ya varias  décadas,
necias como tormenta caen sus lágrimas
en la lúgubre tierra, ¡junto a una cruz  pintada
de color verde esperanza!, ¡tiembla!,  no de frío,
porque el mismo frío, ¡ha huido por el tormento
y la asfixia, junto al silencio vertiginoso
las aves nocturnas  han sido asediadas, 
por magnánimo  momento!, que parecen
estatuas  de marfil  esculpidas para la eternidad;
al ver  con asombro  ¡a  quien se estremece
en el borde del predio entre  cruces y bóvedas!,
donde se está guardando ¡un profundo sentimiento!… 
¡Así!,  era  la descripción  de aquel momento,
de la estancia de la vida,  que era bañado por  luceros
y el cántico de una banda de grillos que permanecían
entre zarzas, cruces  quebradas, sin nombres de sus dueños
y luciérnagas  que parecían  buscar algo con sus lámparas,
sin encontrar nada, el vulgo de las gentes
con atónito asombro oraba  en silencio,
pidiendo a Dios culminación
de dicha presencia  inexplicable…
¡El cielo,  se tornó de nubes negras
cargadas de  tormenta!, surgiendo 
una noche de cinco días  que no se vio el sol;
criticando la gente  de maldición,  sin darse cuenta
de quien  sufría era  el hijo del alcalde,
que buscaba ansioso, el consejo de su padre,
para poder encontrar  el amor de su hijo, 
¡Que había negado por los malditos celos!…
Acabada la tormenta,  después de cinco noches,  
el sol salió contento  con sus rayos; 
¡y un niño se le acerco lentamente diciéndole!:
- ¡Levántese señor!,  tome un vaso con agua y cúbrase
con mi camisa, que tiembla de  frio y de hambre…
-¡El hombre!, ya ciego  de tanto llorar y no dormir,
¡alzo su cabeza  y con un grito  exhausto!, dijo:
-¡Gracias señor gracias, Dios mío, ¡hiiiijooooo, te aaaaaaamooooooooo! …



                                         Aristarco Azul 
                                           28/05/2011     *

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